EVA POTES MORENO
La unión hace la fuerza
La maestra Eva aprendió la destilación observando a su madre, quien solía hacer tan solo dos botellitas de viche en una pequeña olla. Aunque Eva no recuerda haber visto a su abuela realizar esta labor, afirma que ella también transmitió este conocimiento a su madre. “¡Usted sabe que todo el mundo aprende de su mamá!”, dice la maestra Eva.
Ir al monte implicaba esquivar peligrosas culebras en los cultivos de su madre. Mientras ella cortaba la caña, una pequeña Eva le ayudaba a rasparla para montarla en los potrillos y, posteriormente, llevarla al trapiche mata-cuatro del pueblo, donde los hombres la molían para extraer sus jugos. “¡Antes era una vida muy dura! ¡Pa' uno vivirla fue dura, hoy en día estamos en gloria!”. De una pequeña olla obtenían una cantidad reducida de viche; la maestra Eva conserva el recuerdo del cántaro de barro donde caían las gotas de este escaso elixir producido por su madre. Siendo aún pequeña, solo se le permitía cambiar el agua caliente de la olla para enfriar el jugo del guarapo que hervía. No la dejaban cambiar el mostacho (el guarapo que ya había hervido y no servía para seguir destilando) para evitar que se quemara.
Hoy en día, la maestra Eva, cada seis meses, cuando su caña está lista para cosechar, rema tres horas río arriba en compañía de sus hijas, Sobenda y Liliana, hasta su cultivo. Se pasan de un día a otro rozando para moler la caña y cocinar el guarapo en el fogón de leña. A la maestra Eva le gusta cocinar bastante el jugo antes de ponerlo a fermentar; cuanto más dulce queda, mejor es el viche. “¡Pa' mí, pues! No sé pa' las demás”.
La maestra Eva hace la pega de su olla de destilación con popocho (un tipo de plátano): lo cocina, lo pela y lo hace puré para unir las partes. Ya no usa la pequeña olla de su madre, ahora utiliza una en la que puede producir hasta un galón. Saca la flor del viche (la parte con mayor concentración de alcohol) y se la regala a alguien sediento que, de "casualidad", pasa por su casa mientras ella destila, pues no le gusta esa parte tan fuerte del viche. Usa la cola (la parte más suave) para hacer sus vinetes. Siempre prueba su viche porque le gusta controlar el sabor y la calidad. “¡Yo pruebo mi viche! ¡Mi viche sabe a viche!”.
El Viche La Unión se llama así en honor al barrio en Virudó donde viven la maestra Eva, sus hijas y su madre, quien aún la acompaña, con sus achaques y todo. Hacer viche y pianguar son dos trabajos duros e indomables en este territorio que ha visto envejecer a la seño Eva, pero que ella, con alegría y corrinche, domina con pericia y experiencia.